Lic. Melvin Montero Murillo
LA VOZ DE GOICOECHEA.- En Palmar Sur al final del campo de aterrizaje, a la orilla de un canal construido por la Compañía Bananera para aprovechar el agua del Río Térraba para la irrigación en verano de los sembradíos de banano, en este sitio residió un indígena que es considerado el último de los Caciques Borucas o Brunkas, quiero decir uno de nuestros ancestros para los que vivimos en dicha zona, me refiero al indio Venancio todo un personaje.
Sus descendientes afirman que a Venancio que se le encomendó cuidar y vigilar por el seguro desarrollo de un inmenso árbol de ceibo; el sitio donde creció la inmensa fronda era considerado sagrado, en mi opinión debe serlo aún por respeto a nuestros antepasados, debajo de él sepultaron a sus predecesores con sus riquezas materiales para la otra vida; siendo parte de sus creencias, Venancio cuidó el lugar para garantizarle un descanso en paz a sus antecesores el que profanara dicho espacio se metía en problemas.
El árbol se hizo frondoso dando muestra de su imponencia, lleno de misterios y secretos a la usanza de la misteriosa cultura Brunka o Boruca, lo cierto del caso es que todo estaba rodeado de un inexplicable enigma, Venancio amaba y admiraba la grandeza de los brunkas. El árbol por su frondosidad causo serios problemas para el aterrizaje de las avionetas que se usaban para la fumigación de los bananales de la Compañía Bananera, también aterrizaban aviones comerciales como los DC-8 de LACSA, el problema radicaba en que el árbol de Ceiba estaba ubicado al final de la pista o campo de aterrizaje en Palmar, Sur que fue construido por la Compañía Bananera, la empresa extranjera en varias ocasiones mandó a desramar el árbol y nunca lo lograron, aun actualmente en la población de Palmar permanece la incógnita sobre este asunto.
A Venancio se le atribuían poderes sobrenaturales, así nos contaban los que lo conocieron y algún momento compartieron con el Legendario Venancio, no sólo fue Cacique sino también curandero; los dueños de las avionetas en varias ocasiones intentaron desramar e incluso talar el árbol, pero tal acción siempre resultaba en vano, porque la hora de pegarle el hachazo al árbol el hacha se quebraba, o bien les pasaba algún desperfecto.
Los habitantes del hoy cantón de Osa aún conservamos fresco el legado dejado por este Cacique, sus descendientes lo describen como un hombre de gran fortaleza, inteligente, de escaso humor, pero muy enérgico, inspiraba respeto y admiración entre sus amigos. Venancio como curandero, conocía empíricamente las propiedades tóxicas y medicinales de ciertas plantas silvestres, usaba esas plantas para curar a los enfermos que no tenían posibilidades económicas para pagar un servicio médico y nunca para hacer daño.
El Indio Venancio dejo un gran legado histórico para los de nuestro tiempo un hombre admirable que también sembró banano para comerciarlo con la empresa extranjera conocida de acuerdo a nuestra jerga como la Yunai, dándose a respetar en el momento de que consideraba que se le violentaban sus derechos por parte de esta empresa bananera a través de sus representantes, pero su más importante gesta puedo asegurar que fue cuidar fielmente el árbol de Ceibo, el día que murió el Cacique Venancio, el árbol de Ceibo por si sólo se fue secando, más nunca nadie pudo córtalo.
Agradezco Dios la oportunidad que me dio de compartir con sus descendientes cuando fui estudiante de secundaria, en ocasiones conversábamos sobre el legado dejado por Venancio, aprovechando el recreo. A mis contemporáneos de Palmar nos quedó en nuestro ser ese gran misterio guardado entre un frondoso árbol y un gran hombre como fue el Indígena Venancio Mora, toda una leyenda hasta nuestros días.
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