Las respuestas aisladas, individualistas, exclusivistas, intimistas no aportan nada para resolver una crisis que es de carácter monumental….
Por Rodrigo Campos Hernández
LA VOZ DE GOICOECHEA.- Obviamente, en una sociedad que privilegia a unos, mientras excluye a otros, la posición que ocupemos en esa lógica determinará la respuesta que pueda dar y sí, reconozco que he sido una de esas personas privilegiadas que ha tenido acceso a la educación, a los sistemas de salud, a una vida, de la que estoy consciente que no todas las personas disfrutan.
En mi caso particular, no soy de los que defiende posturas, muy en boga en estos tiempos, que formulan salidas intimistas, que, aunque bien intencionadas, solo reproducen lo mismo: yo me salvo como pueda, haz lo mismo. No.
Aun cuando estoy consciente de mis privilegios, creo que la única salida a esta crisis civilizatoria comienza con una toma de conciencia colectiva que nos conduzca a cooperar y a no competir, a establecer puentes de entendimiento, puentes de confianza y respeto, libres, eso sí, de todo fundamentalismo religioso, político, ideológico, porque esos fundamentalismos tienen un buen porcentaje de culpa de cómo andamos como sociedad.
La humanidad necesita, está urgida de reinventarse, el problema es que seguimos repitiendo, una y otra vez, las mismas fórmulas fracasadas, los mismos esquemas que han demostrado que ya no funcionan.
Claro, los poderosos no quieren perder su centralidad y de múltiples maneras interfieren en todos los ámbitos posibles para detener esa transformación de la mentalidad y de las conciencia humanas.
La educación, se nos dice, es la respuesta para casi todo, pero ¿cuáles son los fundamentos filosóficos que parecen estar definiendo a esa educación?
Es más de lo mismo, pero esta vez empleando medios electrónicos, nada en esencia ha cambiado y me temo que no cambiará en mucho tiempo, porque el poder requiere legitimarse y la educación y sus estrategias didácticas, curriculares, pedagógicas y ahora tecnológicas están pensadas para más de lo mismo, en su inmensa mayoría, con algunas y muy pocas excepciones.
No soy optimista en absoluto.
No puedo serlo cuando veo un planeta que en su totalidad camina autocomplaciéndose, en el aquí y el ahora, hacia su propia aniquilación.
Algunas otras personas nos tratan de convencer que cada crisis es también una oportunidad para alcanzar cambios profundos, si es así, por qué muchos líderes de grandes potencias siguen pensando que nada pasa, que esto es nada, mientras los hechos nos muestran otra realidad.
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