Templo de la Música llega a sus cien años

Monumento del parque Morazán se constituyó desde su construcción en un hito de la capital, punto cultural de la población que impresiona por su belleza

Por Isaí Jara Arias

LA VOZ DE GOICOECHEA.- En una fecha como la de hoy, pero hace un siglo, la Comisión de Fiestas de San José encargó al arquitecto y pintor José Francisco Salazar Quesada, el diseño y construcción del quiosco del parque Morazán, o Templo de la Música.

En este parque, que data de 1887, tenían lugar las fiestas de Año Nuevo y las retretas musicales, antes de ser pasadas para Plaza González Víquez y finalmente a Zapote.

Salazar solo tuvo tres semanas para terminar esta tarea, pues debía estar listo para las fiestas de fin de año de 1920, donde se coronaría a la reina de los festejos y celebraría el nuevo año; así que los obreros trabajaron intensamente en jornadas diarias de 18 horas, para culminar las obras en tiempo récord. 

El Templo de la Música se inauguró el domingo 26 de diciembre de 1920. Su estructura de doce columnas es de concreto armado y su estilo, de influencia neoclásica, está inspirado en el templete de Cupido, vecino del Petit Trianón de Versalles, Francia.

"Nunca se han visto los parquicitos [Sic] de Morazán tan concurridos por nuestra sociedad y pueblo, como ayer en la tarde, con motivo de la inauguración del Templo de la Música. Un público numeroso se aglomeró allí, y por doquier lucían nuestras bellas damitas su donaire y hermosura. La inauguración se hizo a las cinco, en medio de los acordes del Himno Nacional. La Reina del Carnaval, señorita Enriqueta Chavarría Escalante quebró la botella de champaña. (...) Pasado este ceremonial, la Banda Militar, vestida de gala, dio un concierto selecto, y por último ejecutó el Fado, contribuyendo con ello a alegrar más el espíritu de la enorme concurrencia", narró el periódico La Prensa, el día después de su inauguración.

El jefe de las obras fue Manuel Antillón, de la Dirección de Obras Públicas; el destacado carpintero, Constantino Marín y el artista que modeló los relieves, y probablemente los capiteles de las

columnas, fue el joven Francisco Jiménez, "que, obedeciendo a las rigurosas reglas de la estética, sintetizan el conjunto armónico que forman la belleza indiscutible del santuario que en estos momentos nos ocupa”, tal y como lo expresó don Dolores Ulloa en el Diario de Costa Rica, el 28 de diciembre de 1920.

Narra Dolores Ulloa, que transitando por "nuestra hermosa y poética Calle de las Damas; de pronto, como aquel que quiere mirar el más allá, destacose a no larga distancia, en medio de la vía, un monumento regio de riguroso estilo arquitectónico, que ya de cerca y en actitud contemplativa se me ocurrió calificar La Mansión de Euterpe y respetando la opinión ajena; Kiosco o Templo de la Música”. Y luego agrega: “Sin preocuparme por el nombre que le hayan dado o que le quieran dar, mi vista tan solo se extasiaba en la contemplación de todo aquel conjunto de belleza, que en síntesis será el orgullo de nuestra sociedad capitalina y objeto distinguido de ornato nacional”.

Evidentemente, fue un gran acontecimiento levantar en tan solo tres semanas este monumento en un estratégico punto social de la capital, por lo que fueron múltiples los elogios y homenajes para el arquitecto. "La idea produjo verdadero entusiasmo, pues el señor Salazar ha demostrado poseer grandes dotes de verdadero artista, laboriosidad, rapidez para su hermosa obra y entereza poco común”, se lee en La Prensa del 28 de diciembre de 1920.

Según La Prensa del 29 de diciembre de 1920, el Comité del Carnaval decidió condecorar al arquitecto Salazar durante el concierto del primer día de fiestas cívicas "por su éxito alcanzado en la construcción del Templo de la Música" y se dispuso que la medalla la colocaría la "Reina del Carnaval". Además, los operarios de los talleres de Obras Públicas, obsequiaron una serenata al arquitecto.

El Templo de la Música, hoy centenario, tiene como característica su buena acústica, muy apropiada para los conciertos que realizan bajo su hermosa cúpula. En tiempos normales se ve a jóvenes practicando coreografías, artes circenses, o simplemente conversando. Se presentan bandas musicales y se realizan bailes a su alrededor.

“Representa un período próspero de nuestra historia, donde los ojos miraban hacia Europa para buscar inspiración, pero utilizando la nueva técnica en ese momento: del hormigón armado. Su cúpula con casetones que la alivianan se posa sobre columnas jónicas que transmiten, de forma esbelta y elegante, su peso al suelo. La premura con la que levantaron la obra no afectó para nada la calidad de su construcción, que se mantiene casi intacta un siglo más tarde. Nos alegramos de poder celebrar su primer centenario, viéndolo en su mayor esplendor, gracias a la reciente intervención efectuada por la Municipalidad de San José. El Templo de la Música es un bello legado que debemos mantener y cuidar para el uso y disfrute de estas y las nuevas generaciones”, afirmó Diego Meléndez, director del Centro de Patrimonio Cultural.

Su valor patrimonial fue reconocido desde 1975 cuando fue declarado Patrimonio Histórico-Arquitectónico mediante el Decreto N°4605-C. La Municipalidad de San José es la entidad a cargo de este monumento.

Un destacado arquitecto. Francisco Salazar Quesada (San José, 1892-1968) estudió arquitectura en la Universidad Santa Clara de California, Estados Unidos y, además, se dedicó a la música, la pintura y a la docencia en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Costa Rica. Fue el creador de una destacada obra arquitectónica urbana y de edificios de salud en todo el país. Su arte arquitectónico trascendió las fronteras nacionales, pues fue ganador de varios concursos en Centroamérica.

Construyó, entre otras obras y además del Templo de la Música; el Club Unión de San José (1924), la Iglesia Parroquial de San Ramón (1924) y el Reformatorio de Mujeres en Guadalupe hoy, Palacio Municipal de Goicoechea. En compañía del pintor y arquitecto Teodorico Quirós, diseñó la Basílica de Santo Domingo de Heredia (1924) con influencias hispanocolonial y neobarroca.

Como parte de sus obras se le atribuyen: el diseño del plano del colegio San Luis Gonzaga en Cartago, la construcción del mercado de Alajuela, el edificio de la Facultad de Derecho, de la Rectoría y del Aula Magna y, finalmente, la estación en la avenida 22 para el Ferrocarril Eléctrico al Pacífico, según información de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica.


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