Columnista Invitado: La incursión en las artes visuales

Eduardo Cordova Reyes

Percusionista, Director Musical Habana Compas Dance y Artista Independiente perteneciente al Fondo de bienes Culturales

LA VOZ DE GOICOECHEA.- Posteriormente al desarrollo de mis labores como profesor y percusionista, me dediqué a desarrollar una carrera en el mundo de la plástica, sin alejarme de la música.

Fui haciendo como una fusión entre estas artes.

Ese resultó un momento muy fuerte para mí, porque convivía con dos manifestaciones de mucha fuerza, y a ambas les tenía que dedicar tiempo y mucho trabajo.

Era una época en que para poder mantener con una buena sonoridad, a un grupo como Obbara, y a la vez, crear diversas piezas plásticas, y que una de esas obras lograra—sin estudios previos obtuve un premio internacional de artesanía año 2001 fue algo que me dio mucha autoestima y fuerza. Y lo unía, a la satisfacción que provocaba ver reconocida mi agrupación Obbara, y que ella estuviera dentro del gusto de la gente…

Desde entonces, en mí se produce una lucha muy fuerte… porque cuando me dedico mucho a la pintura la otra parte musical me reclama.

Una parte me da mucha tranquilidad espiritual y la otra me da la estabilidad económica.

Las artes plásticas resultan mi sostén económico, y la parte musical me enriquece espiritualmente, también me gusta enseñar…, pero casi que lo hago como hobby. La música es algo muy espiritual.

A pesar de no haber estudiado las artes plásticas, yo extendí mi obra creativa hacia ese nuevo campo, y no comencé en una academia, sino que me acerqué gracias a mi interés por el trabajo de lutier o de constructor de instrumentos musicales, y luego fue surgiendo todo lo demás.

Porque llegó un momento, en que mis inquietudes me llevaron a tallar rústicamente un tambor, en el año 1995, una pieza esculpida sin conocimientos técnicos, de la talla, ni de nada… 

Como resultado obtuve una pieza deteriorada por completo, que me quedó llena de huecos… Y perpetuando mi apellido paterno y desconociendo su mala calidad, le denominé “Cordovichi”.

Poco después logré entender que el vaciado de dicha “pieza”, no estaba bien hecho, y por eso llegué a pensar, con frustración que yo no servía para hacer instrumentos, y “la tiré al abandono en mi casa”.

Lo interesante es que en pleno “Período especial”, vino un amigo y me dijo que había abierto un espacio en una feria artesanal para vender instrumentos, y ahí fue cuando le dije: “tengo un instrumento ahí, que parece un Eleguá”, y con la misma le puse un parche, y se lo di para que lo vendiera… Era evidente, que la unión formada por mi falta de conocimientos sobre la talla en madera y mis necesidades económicas de entonces, me llevaron a eso.

Pero increíblemente, a los pocos días regresa mi amigo, y me dijo que quería cuatro tambores más, que había un cliente interesado. Entonces le pedí que intentara recuperar a “Cordovichi”, para poder reproducir el resto…, y así me quedé con el prototipo para siempre, como un amuleto. Fue entonces que me convertí en un artesano de instrumentos, y lo que empezó como un hobby, se convirtió en algo más serio, además de resolver mis problemas en el plano económico, debido al precio satisfactorio en que logré vender dichas obras.


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