El mal manejo de este tipo de residuos podría incentivar a la generación de microplásticos en perjuicio de la naturaleza
Jenniffer Jiménez Córdoba
LA VOZ DE GOICOECHEA.- La importancia de usar las
mascarillas de forma correcta para evitar la propagación del
COVID-19 hoy es casi incuestionable. Después de varios análisis, el
06 de abril de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS)
reveló, por primera vez, que su uso era necesario con el propósito
de disminuir la transmisión del SARS-CoV-2.
Pero, ¿alguna
vez pensó en el costo ambiental de usar y botar de manera inadecuada
una mascarilla desechable que solo utilizó un par de horas? La
respuesta es sencilla: un precio muy alto para el ambiente.
De
acuerdo con el Gobierno de España, mediante un comunicado de prensa
emitido el 30 de julio de 2020, el impacto al entorno que generan las
mascarillas desechables se traduce en un residuo que tardaría, en
promedio, entre 300 a 400 años en degradarse. En otras palabras,
cerca de 40 décadas en las cuales la naturaleza y el mismo ser
humano tendrán que lidiar con estos desechos.
Por su parte,
el World Wide Fund for Nature (WWF) de Italia calcula que, aun si
solo el 1 % de las mascarillas se desechara de forma incorrecta, esta
cantidad sería suficiente para provocar hasta 10 millones de
residuos que cada mes contaminarían el medio ambiente.
Sin
embargo, esa cifra no es la más preocupante. Para el ingeniero
químico Christian Alpízar Herrera, egresado de la Universidad de
Costa Rica (UCR) y actual docente de gestión ambiental del Instituto
Nacional de Aprendizaje (INA), la verdadera inquietud radica cuando
la mascarilla empieza su lento proceso de degradación. ¿El motivo?
Los microplásticos.
“Las mascarillas desechables están en
parte elaboradas con polietileno o polipropileno (que son dos tipos
de resinas plásticas). Al tener plástico puede pasar dos cosas. La
primera es que, si se conservara en ese tamaño, la mascarilla puede
ser ingerida por la fauna marina. Lo segundo es que, mientras el
plástico se va degradando, produce microplásticos (pequeñas
partículas de plásticos) que pueden introducirse en la cadena
alimenticia de los seres vivos y llegar a afectar la salud humana”,
manifestó Alpízar durante la Jornada de Salud Ambiental 2020
desarrollada por estudiantes de la Escuela de Tecnologías en Salud
de la UCR.
Las palabras de Christian son cercanas a las
posturas de otros organismos internacionales. En el informe del 2017,
la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) reportó que los
microplásticos contienen adictivos; es decir, una mezcla de
productos químicos añadidos durante la fabricación que pueden
filtrarse en el ambiente.
De igual forma, ese mismo informe
señaló la presencia de microplásticos en el ambiente acuático y
la existencia de casos en los que la fauna marina presentaba consumo
de esos desechos.
“Se ha observado que más de 220 especies
diferentes ingieren desechos microplásticos en condiciones
naturales. Excluyendo aves, tortugas y mamíferos, el 55 % son
especies (de invertebrados a peces) que tienen importancia comercial,
tales como los mejillones y las ostras”, cita el documento de la
FAO.
Costa Rica no se queda atrás de esa realidad. En el
2019, un grupo de estudiantes de biología de la UCR identificó
1 101 piezas de plástico en el tracto digestivo de 30 peces
analizados de la especie Opisthonema libertate. A esta se le conoce
como sardina gallera y se usa tanto para el consumo humano como para
carnada de otros peces.
Por lo tanto, si se habla de
mascarillas de un solo uso, un manejo inadecuado de estos residuos
pasaría una factura cuyo costo futuro podría ser difícil de
subsanar.
"Hace unos meses era imposible encontrarse un
producto de estos en la naturaleza, costas o ríos, y este año se ha
vuelto de lo más común. Imagine una población de siete millones de
personas usando mascarillas desechables dos veces al día, son 14
millones de residuos, una cantidad absurda que viene a alimentar más
la denominada 'gran mancha de basura del Pacífico'. Esto duele y
habla mal de nosotros como especie y seres humanos", señaló
Gilbert Alvarado Barboza, investigador de la Escuela de Biología de
la UCR.
Entonces, ¿cómo se desecha?
En la desestimación de una mascarilla desechable, el Ing.
Alpízar explica que esto depende del generador. El manejo no es
mismo para un hospital que atiende a varios pacientes con COVID-19,
que la usada por una persona durante sus actividades diarias.
“Por
ejemplo, en los centros de atención a la salud, la clasificación es
más rigurosa y los residuos peligrosos se dividen más. Además,
todos los residuos infecciosos tienen que ser esterilizados y
tratados para eliminar los posibles agentes patógenos.
En el
caso personal, la recomendación del Ministerio de Salud, según el
lineamiento 16, es no prolongar por más de tres horas el uso de
mascarillas descartables y depositarlas en un contenedor con tapa de
pedal. Este punto es vital, porque la tapa ayuda a evitar la
diseminación de los patógenos”, amplió Alpízar.
En el
caso que haya una persona enferma de COVID-19 en la familia, se
recomienda que todo el material desechable utilizado sea dispuesto en
un cubo de basura colocado dentro de la habitación del enfermo,
preferiblemente, con tapa y pedal de apertura.
Luego, la
bolsa de plástico debe cerrarse antes de sacarse de la habitación y
debe ser colocada dentro de una segunda bolsa para descartarse con el
resto de los residuos domésticos. Después de tratar los residuos,
la correcta higiene de manos resulta imprescindible. Este mismo
proceso aplica cuando las mascarillas de tela alcanzan su vida
útil.
¿Qué se puede hacer?
“Lo que podemos hacer con las mascarillas es usar las
reutilizables de tela que podemos lavar y desinfectar. Con esto
ayudamos a disminuir el problema”, indicó Alpízar.
Si se
efectúa un cálculo rápido con base en las recomendaciones del
Ministerio de Salud, una persona con una jornada laboral de ocho
horas debería cambiar su mascarilla desechable cada tres horas, para
un total de tres al finalizar su trabajo.
En seis días, la
cantidad equivaldría a 18 mascarillas lo cual, trasladado a siete
meses de pandemia desde que Costa Rica registró el primer caso,
contabilizaría 504 en una sola persona. Una mascarilla de tela, en
cambio, puede durar más tiempo. Eso sí, siempre y cuando no se
humedezca y sea confeccionada con al menos tres capas de tela
antifluidos.
“Se pueden hacer mascarillas sencillas en casa
con telas lavables que permiten respirar y ayuden a prevenir la
propagación del COVID-19. Para eso hay que asegurar que la
mascarilla se ajuste de manera firme pero cómoda contra los lados de
la cara, cubra toda la zona de la nariz y la boca. También, que se
sujete con lazos o bandas para las orejas e incluya varias capas de
tela”, recomienda el Centro para el Control y la Prevención de
Enfermedades de los Estados Unidos (CDC).
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