Compartiendo diálogos conmigo mismo: Nadie puede combatir la vida por sí mismo

¡Qué importante es hacer los caminos abrazados y hasta soñar envueltos en un vivir desvivido!

Por Victor Corcoba Herrero

 

I.- EMOCIONES QUE AGRADAN

Me gusta navegar hacia las alturas y verme junto al sol,

crecer sin muros y volar hacia el reino de lo armónico,

que es donde realmente se vive, en el estar y en el ser,

en virtud del buen hacer y en la claridad del buen obrar,

superando observancias inhumanas, eclipsando miserias.

 

No hay mejor avance que el alma desposeída de mundo,

que el mundo restituido por el galáctico que nos cautiva;

prendido el interior de invisibles pulsos que nos alientan,

todo se vuelve más en donación y también más invisible,

pues el corpóreo don dinero nos utiliza a su arbitrariedad. 

 

Hay que volver a la senda de la rectitud y concurrencia,

a refundirse en el ecuánime estado de las cosas humanas,

que nos ayudará a revivirnos en esa dicha de la palabra,

con el amor de amar como abecedario para el recorrido,

morando en el verso para huir de lo perverso y tener paz. 

 

II.- LOS DESVELOS DEL AMOR 

 

El mundo nos requiere como hijos que somos del amor,

y ha de ser una pasión preferencial por aquellos últimos,

un afecto de mirada limpia, nada posesiva, todo entrega,

que cuida de la fragilidad con la ternura desinteresada

del abrazo y atiende a todas las llamadas de asistencia. 

 

Asistir a esas personas que sufren y mueren de hambre,

hallarse a su lado siempre, notarse entre sus lágrimas,

rebuscar con ellas otros horizontes menos angustiosos,

hasta agonizar de cariño y vencer este calvario de dolor,

pues hay angustias que brotan porque son fruto del odio. 

 

Todas las amarguras nos matan, la del desamor nos deja

sin raíces, que es como quemar la voluntad en el trayecto,

disipar los latidos que nos reconducen a vivir en familia,

a sentirnos miembros entre sí, a animarnos mutuamente,

porque la vida es para hermanarse y no perder el tiempo.

 

III.- DARNOS VIDA EN COMÚN 

 

Hemos de aprender a reprendernos, a situarnos cada cual

consigo mismo y junto a los demás, a vivir en el respeto

hacia sí, para frenar las inmoralidades que nos atrapan,

pues solo desde la consideración, podremos dejar correr

las diferencias, estimular y provocar la luz del intelecto.

 

Nada somos por sí mismos, necesitamos alimentarnos

unos de otros y alentarnos constantemente en el andar,

elevar el espíritu en comunidad, encumbrar los sueños,

ennoblecernos corazón a corazón, concebirnos parte

de un mismo tronco, para darnos existencia en común.

 

Que la vida es el arte de la comunión conjunta, del hacer

y del deshacer en comunidad, del crear y recrear unidos,

del partir y compartir fusionados, no hay otro sentido

existencial, que la pertenencia común a un mismo deseo,

a vivir en el encuentro, no a morir en el vil desencuentro.



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