Rodrigo Villalobos Duran, Periodista y escritor
LA VOZ DE GOICOECHEA.- “Rescate
Nacional”. Rumiemos un momento su nombre. Analicemos las partes de
ese nombre que ha ocupado los titulares de las noticias más
destacadas de los últimos días. No será difícil: son solo dos
palabras.
El primero: Rescate. Cuando
hablamos de rescate, el concepto incluye de manera implícita otro
actor: el que hay que rescatar, ya sea porque se ha perdido o está
en apuros. Quien rescata es un héroe, alguien capacitado para
realizar ese emprendimiento, pues un incompetente no podría salvar a
otra persona.
El segundo: Nacional. Resulta,
pues, que quienes se cobijan bajo este nombre no buscan un rescate
limitado, sino que pretenden que abarque a Costa Rica entera. Es un
adjetivo que denota una misión bastante ambiciosa.
Juntos, Rescate y Nacional dan
cuenta de una enorme tarea de dimensiones heroicas.
Y si hablamos de héroe, hablamos
de misión, una que conlleva sacrificio e incluso martirio. Notemos
que cuando invocamos el recuerdo de los héroes, se nos viene a la
mente la imagen de un ser humano que va más allá de sus fuerzas y
que no tiene reparo en enfrentar peligro alguno con tal de hacer
prevalecer los más altos valores de la justicia y la verdad.
Si hilamos los conceptos,
entendemos por qué, desde su génesis, Rescate Nacional llevaba
implícito el enfrentamiento físico en el que ha derivado. Aunque
alguno de sus líderes reniegue de los tintes violentos que ha
alcanzado.
Quizás, con el afán de revivir
sus nostalgias patrióticas, quiso emular al movimiento de Liberación
Nacional que encabezara Pepe Figueres y que culminara en sendos
enfrentamientos civiles allá por el 48. No sería raro, puesto que
Corrales ha sido miembro destacado de este partido. No pretendo decir
que los miembros de la bancada verdiblanca tengan deseos bélicos;
pero sí me atrevo a sugerir que quienes se han sumado a este nuevo
movimiento tienen ínfulas de revolucionarios. No en vano, meses
antes de presentarse en sociedad bajo este nuevo título, pretendían
impulsar un proyecto de ley que permitiera revocar al presidente
mediante referendo. Poco después, le hacen exigencias a Casa
Presidencial como si fueran representantes democráticos. Invocan a
los héroes de 1856, emulan discursos del 48 y hasta se identifican
con Cristo. Quizás pretendan ir hasta las últimas consecuencias y,
como los héroes del 56, del 48 y Jesucristo, confían en convertirse
en mártires. Ojalá que no; lo último que esta Costa Rica del siglo
XXI necesita son más víctimas. Porque eso es un mártir: una
víctima apropiada y reivindicada por quienes triunfan, hayan sido
aliados o enemigos.
No queremos mártires. Queremos
ganadores. Y que esos ganadores seamos todos.
Preocupa muchísimo el tono
violento de este movimiento. No importa ya si las pedradas, las
quemas, los golpes y los balazos vienen de sectores dentro de ese
movimiento. Preocupa que se siga justificando. Preocupa que no estén
dispuesto al diálogo, sino que pretendan ser legitimados. Su
informalidad preocupa, sus exigencias preocupan, su majadería
preocupa. Ofende, además, que culpen al gobierno de las
consecuencias de los actos que ellos perpetran. Una estrategia
cobarde, típica de lo más bajo de nosotros: hacernos los pobrecitos
y etiquetar a los demás como salados. Escupen en la cara del pueblo
y nos dicen que debemos aguantarnos y agradecerles por lo que hacen.
Ni van a lograr que los
reconozcamos, ni van a tomar el control. Tristemente, sí están
logrando desestabilizar al país, lesionar la democracia y aumentar
la ingobernabilidad. Las estrategias de los guerrilleros ya no
funcionan. Pulverizar nuestras estructuras solo hará que el edificio
que nos ha costado dos siglos en construir les caiga encima y los
aplaste. Y con ellos a nosotros. Y ahí sí seremos todos mártires.
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