Por Valeria Sabater·
LA VOZ DE GOICOECHEA.- Te quiere, pero de momento tu pareja no desea convivir contigo. ¿Cómo reaccionarías ante esta situación? Lo primero es entender qué hay detrás de estas negativa y, entonces, tomar una decisión. Analizamos este fenómeno tan común.
«¿Por qué mi pareja no quiere vivir conmigo? ¿Por qué esa negativa o resistencia si nos queremos y nos llevamos bien?». Son muchas las personas que se ven de pronto en esta situación. Algo que conformaría, sin dudas, un paso más en la relación, dándole trascendencia y estabilidad al propio compromiso, abre una súbita brecha en la que emergen mil dudas y preocupaciones.
«¿No estará seguro/a quizá de sus sentimientos, no me querrá lo suficiente como para convivir conmigo?» El primer pensamiento que nos asalta es casi siempre el relativo al afecto. Sin embargo, no podemos pasar por alto algo tan simple como el hecho de que las relaciones, ahora, tienen otros ritmos y nuevos intereses.
Nuevos modelos de parejas
En los últimos años se ha asentado con fuerza el modelo de las parejas de fin de semana. Nuestro estilo de vida y, en especial, el mercado laboral, hace que en ocasiones no sea posible (o no se quiera) la convivencia diaria. Centrar la relación en los sábados y domingos hace que el enamoramiento se alargue y que esos encuentros se vivan con mayor intensidad.
Asimismo, también es importante destacar el fenómeno LAT (living apart together). Son parejas que se aman, pero que renuncian a tener una vida en común.
Como vemos, hay varias fórmulas en lo que se refiere al modo de mantener una relación. Sin embargo, hay una clave que siempre debe estar presente y que garantizará tanto la felicidad como la durabilidad de ese vínculo: que ambos estén de acuerdo y deseen lo mismo.
En gran parte de los casos, la negativa a iniciar una convivencia en común está en el miedo al compromiso.
¿Por qué mi pareja no quiere vivir conmigo?
Las dinámicas de las relaciones de pareja han cambiado. Trabajos de investigación, como los realizados por la doctora Susan L. Brown de la Universidad Estatal de Bowling Green (Ohio, Estados Unidos) nos señalan algo interesante. Las formas de convivencia en las personas que conforman un vínculo afectivo ya no son como antes. Gran parte inicia una vida en común que no tiene por qué terminar en matrimonio.
Un ejemplo es el que ahora estamos viendo con muchas parejas de más de 50 años que ya han pasado por un matrimonio anterior e inician la convivencia dando paso a una nueva etapa vital. Asimismo, entre las personas más jóvenes abundan diferentes estilos como los ya citados: bien se opta por vivir juntos solo los fines de semana, por una convivencia conjunta en una misma casa o por otro lado o se decide el ya conocido como living apart together.
Todo ello conforma nuevas formas de construir un compromiso afectivo con alguien. No obstante, lo más decisivo es llegar a un acuerdo mutuo en el que las partes estén de acuerdo. El problema puede aparecer ante cuestiones como por qué mi pareja no quiere vivir conmigo y no me da una explicación clara.
Te quiere, pero su objetivo no es el compromiso
No todo el mundo está preparado para el compromiso. Como bien señalaba el filósofo y sociólogo Zygmunt Bauman, vivimos en una sociedad de relaciones líquidas. Es decir, hay quien prefiere los vínculos frágiles, los que pueden romperse fácilmente para iniciar unos nuevos.
Son amores que se consumen y se reciclan y en los que no existe el compromiso, solo la búsqueda de emociones, de placer, de saciar necesidades. Quien no está listo para comprometerse no piensa a largo plazo; busca la satisfacción del aquí y ahora. Por tanto, resulta muy complicado que en estas situaciones se dé el paso a la convivencia.
Gamofobia: el miedo a la convivencia y a las «ataduras»
Hay personas con fobias, con miedos irracionales que limitan su vida. Por llamativo que nos parezca, este hecho también se da en las relaciones de pareja.
La gamofobia conforma un tipo de miedo en el que la persona no concibe aspectos como convivir juntos, casarse o formar una familia. Todo lo que constituya formalizar esa relación o llevarla a un plano más serio, estable y maduro, suscita dudas y hasta pánico.
Tiene dudas que no ha compartido contigo todavía
¿Por qué mi pareja no quiere vivir conmigo? Cuando nos veamos en esta situación solo hay una salida posible: hablar. Es necesario favorecer una buena comunicación a través de la que se higienizan miedos, dudas y preocupaciones.
También es esencial hacer un buen uso de la sinceridad. Si hay dudas en esa relación es necesario que se expongan para trabajarlas o tomar decisiones.
La indecisión y la sombra de la familia
Hay personas que mantienen una relación muy estrecha con su núcleo familiar. Ese lazo es, en ocasiones, tan íntimo y asfixiante que no se atreven a tomar decisiones sin la supervisión del padre o madre que deciden por él o por ella. Así, por llamativo que nos parezca, hay muchos adultos condicionados por completo por la sombra de sus progenitores.
¿Por qué mi pareja no quiere vivir conmigo? Vais a velocidades diferentes
Puede que tú hayas tenido claro casi desde el principio lo que querías. Es posible que tus ganas, tu ilusión y tu pasión hayan hecho que la propuesta de vivir juntos aparezca de manera demasiado temprana.
Debemos recordar que, en ocasiones, en una relación de pareja cada miembro va a una velocidad. Hay quien desea tomarse las cosas más despacio y otros nos sentimos tan seguros que optamos por quemar etapas. En estas situaciones es mejor adaptar los tiempos y llegar a un acuerdo mutuo.
La comunicación es el pilar más decisivo a la hora de comprender las razones por las que nuestra pareja no quiere convivir con nosotros.
Tiene otras perspectivas en mente
En ocasiones, ante la cuestión de por qué mi pareja no quiere vivir conmigo pueden existir razones de las que aún no habéis hablado. No obstante, no por ello tienen que ser malas o preocupantes. Es posible que su idea no esté en tener una convivencia juntos y que prefiera lo que hemos señalado al inicio: living apart together.
Asimismo, puede que tenga unos planes a nivel profesional y laboral en los que no es posible vivir juntos. También está la circunstancia de que no se desee cambiar el estilo de vida (compartir piso con amigos, vivir con su familia o vivir solo). Sea como sea, caben mil posibilidades. Una persona puede tener otras perspectivas y para ello es vital el diálogo.
¿Qué puedo hacer ante esta situación?
Cuando nos veamos ante esa encrucijada personal en la que tú deseas la convivencia en común y la otra persona no, lo más adecuado es llegar a acuerdos. La comunicación, la empatía y el comprender las necesidades, opiniones y perspectivas de cada uno es un pilar indiscutible.
Debemos ser sinceros, exponer qué quieres tú y qué quiero yo. Podemos llegar a ciertos acuerdos, como probar la convivencia de fin de semana o establecer determinadas metas: iniciar la convivencia cuando tengamos más estabilidad laboral, por ejemplo. Lo más adecuado es tener en mente perspectivas de futuro enriquecedoras para ambos.
Ahora bien, en caso de que las promesas se rompan, de que la comunicación no sea sincera y sintamos más dudas que certezas en esa relación, tomaremos decisiones más drásticas. No es saludable alimentar una relación en el que el compromiso es débil y en el que solo sentimos angustia y no un amor valiente.
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