LA VOZ DE GOICOECHEA.- El sistema inmune es el mejor aliado a la hora de hacer frente a enfermedades. Este está compuesto por un componente innato y otro adquirido. ¿Conoces el funcionamiento de la inmunidad adquirida?
El sistema inmune, tanto innato como adquirido, es esencial para una salud óptima. Pero, ¿en qué consiste la inmunidad adquirida?, ¿cómo se fortalece a lo largo del tiempo? Resolver estas dudas es esencial para gozar de una rutina sin enfermedades. En esta oportunidad queremos detallar más al respecto.
Síntomas como los catarros continuos, las fiebres recurrentes y las infecciones bacterianas repetidas en el tiempo pueden ser indicativos de un sistema inmune debilitado. Según la Academia Americana de Alergia, Asma e inmunología, más de tres episodios de sinusitis bacteriana o más de dos tratamientos antibióticos anuales, denotan problemas inmunitarios.
Sobre las barreras biológicas
El cuerpo humano presenta barreras de contención más allá del sistema inmune. Estas se dividen en tres tipos:
Barreras primarias: según diversos estudios, la piel es la primera barrera de contención ante posibles patógenos. Los lípidos y la queratina son elementos en su composición que hacen de la epidermis un verdadero muro de contención ante virus y bacterias.
Barreras secundarias: una vez fallan los mecanismos primarios, los neutrófilos y los macrófagos (glóbulos blancos) se encargan de envolver a los patógenos y destruirlos. Esto se conoce como fagocitosis, y es un ejemplo claro de barrera secundaria.
Barreras terciarias: muchas estructuras producidas por los agentes patógenos son reconocidas por los lifocitos T y B, que los inactivan o destruyen de forma eficaz.
Esta distinción de barreras biológicas es esencial, pues permite comprender que cuando hablamos del sistema inmune adquirido estamos ante una barrera biológica terciaria.
Así pues, el sistema de inmunidad adquirida se define como un conjunto de células y procesos sistémicos muy especializados, que eliminan o evitan amenazas patógenas. Según este volumen especializado en inmunología, este sistema es exclusivo de los vertebrados.
Su función es reconocer a los gérmenes de forma específica para poder combatirlos con mayor eficacia y rapidez. Aunque parezca sorprendente, se puede afirmar que esta barrera biológica tiene memoria, pues la respuesta ante un mismo patógeno es cada vez más potente.
¿Qué elementos la componen?
Los efectores de este sistema de protección son los linfocitos T y los linfocitos B (leucocitos sanguíneos), que se producen en el timo y en la médula ósea, respectivamente.
No se puede entender el sistema inmune adquirido sin el innato, pues como señalan diversas fuentes, son las células del sistema innato las que procesan los antígenos (sustancias de virus y bacterias) y se los presentan a los linfocitos para que estos actúen en consecuencia.
Para no complicar demasiado las cosas, limitaremos la importancia de los linfocitos a lo siguiente:
Cada tipo de linfocito tiene un receptor para cada antígeno presentado por el patógeno.
Esta información se va replicando en cada nueva generación de estas células y genera un sistema de defensa aún más efectivo ante cada oleada de infección.
Síntomas de una inmunidad debilitada
Como hemos adelantado al principio, existen diversos signos que detonan la sospecha cuando el sistema inmune adquirido no está funcionando como debería. Algunos de ellos son los siguientes:
Más de dos tratamientos con antibióticos al año.
Más de cuatro infecciones en el oído de forma anual.
Desarrollo de dos neumonías en periodos de tiempo cercanos.
Tres episodios o más de sinusitis crónica de forma anual.
Necesidad de antibióticos preventivos para reducir el riesgo de infecciones.
Desarrollo de infecciones graves a partir de patologías bacterianas comunes.
Al cumplir estos requisitos, es esencial que el paciente recurra a un chequeo médico de forma inmediata. Los resultados serán tratados por un inmunólogo, que diagnosticará el motivo subyacente de dicha inmunodepresión.
Tal y como hemos visto, la forma más eficaz para fortalecer esta barrera terciaria no es otra que la exposición a patógenos. Esto no significa que busquemos ponernos enfermos, pues justamente con este fin se idearon las vacunas.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las vacunas son preparaciones con formas debilitadas o muertas de microorganismos dañinos, que promueven la estimulación de anticuerpos (receptores de los linfocitos antes nombrados) al ser introducidas en el cuerpo del ser humano.
El sistema inmunitario adquirido responde ante estos estímulos, ya que destruye y recuerda las posibles amenazas presentes en las vacunas, aunque estas no supongan un perjuicio real para el paciente. Así, cuando se presente el patógeno real, los linfocitos lo reconocerán de inmediato antes de que se produzca una infección.
La inmunidad adquirida es una barrera biológica terciaria de extrema importancia, pues nos protege a los seres humanos de forma repetida antes una infinidad de patógenos. Por ende, es esencial informarse acerca de los calendarios de vacunación en cada país y región, y seguirlos de forma estricta.
Las vacunas no solo nos protegen a nosotros al incentivar la especialización del sistema inmune adquirido, sino que genera una inmunidad de rebaño que protege a los más débiles y enfermos.
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