LA VOZ DE GOICOECHEA.- Una comunicación agresiva deteriora la calidad de nuestros vínculos sociales. Por ello, es importante conocer sus características, el impacto que ocasiona y cómo aprender a evitarla. ¡Sigue leyendo!
Un proceso fundamental en la vida de todo ser humano es la comunicación. A través de esta, podemos expresarnos y establecer vínculos con los demás. No obstante, estas manifestaciones no siempre son las más adecuadas. Un ejemplo de ello es la comunicación agresiva, que resulta perjudicial para el establecimiento y mantenimiento de las relaciones sociales.
Comunicarse no es solo emitir palabras, sino que abarca el tono de voz, los gestos que realiza la persona, el lenguaje corporal, la mirada, la postura, entre otros elementos que, de cierto modo, también emiten un mensaje al espectador. El estilo agresivo conlleva patrones específicos en cada uno de estos aspectos, los cuales serán presentados a continuación.
¿Qué es la comunicación agresiva?
La comunicación agresiva es una manera de manifestar los pensamientos, sentimientos u opiniones, pero de forma brusca y sin tener en cuenta el derecho del otro. Implica irrespetar la autoestima, la dignidad y la sensibilidad de otras personas con el fin de defender las propias necesidades.
Con esta manera de comunicarse también se pretende demostrar dominio sobre el otro. Para ser más exactos, la «victoria» se consigue a través de la humillación del receptor, al punto de limitar su capacidad para expresar y defender su punto de vista.
Según Vega y cols. (2002), el mensaje básico que se desea transmitir es el siguiente:
“Esto es lo que yo pienso- tú eres estúpido por pensar de forma diferente”; “Esto es lo que yo quiero- lo que tú quieres no es importante”. O “Esto es lo que yo siento, tus sentimientos no cuentan”.
En líneas generales, la comunicación agresiva se manifiesta en la constante necesidad de poner los ideales y deseos propios por encima de los de los demás. Quienes acostumbran a esto, emplean un lenguaje agresivo, verbal y no verbal, para ejercer control sobre el receptor de su mensaje. Veamos en detalle sus principales manifestaciones.
Componente verbal
Tono de voz elevado.
Emisión de comentarios ofensivos, irrespetuosos y humillantes.
Articulación de amenazas, como por ejemplo: «si no haces lo que te pido, pagarás las consecuencias».
Agredir de forma indirecta con comentarios sarcásticos, cargados de rencor o profiriendo murmuraciones maliciosas.
Según Alba de la Torre, los comentarios que se escuchan a menudo son los siguientes: «haz», «si no lo haces…», «no sabes », «deberías».
Componente no verbal
Busca mantener contacto visual en todo momento. Su mirada suele ser retadora o con expresión de dominio.
No escucha a sus interlocutores.
El rostro muestra una expresión tensa y con el ceño fruncido.
Realiza gestos amenazantes con sus manos, como por ejemplo, apretar el puño o señalar con el dedo de forma acusatoria.
Postura corporal tensa.
Por lo general, este estilo de comunicación es común en personas que presentan algunos rasgos de personalidad. A continuación detallamos los más relevantes.
Son individuos que se consideran superiores o más capaces que los demás. Por lo tanto, tienden a menospreciar al otro.
En muy pocos casos se preocupan por los sentimientos de las personas que los rodean.
Suelen aprovecharse de otros individuos.
Es común que se involucren en conflictos o peleas.
A nivel individual, este tipo de comunicación suele causar una reducción de la tensión interna mediante la manifestación emocional. Asimismo, produce satisfacción por los sentimientos de poder y grandeza, y el logro de objetivos sin objeciones directas por parte de los demás.
Sin embargo, esto conlleva al refuerzo del comportamiento agresivo en el futuro. A su vez, con el tiempo produce efectos negativos, como los siguientes:
Conflictos interpersonales.
Sentimientos de culpa.
Frustración.
Pérdida de oportunidades.
Rechazo.
Enojo.
Por lo visto, este tipo de comunicación no resulta ser la mejor forma de relacionarse, pues tiende a provocar daños en los demás. De igual forma, el actor de estas conductas se ve afectado de manera negativa. Así pues, lo más oportuno sería cambiar este estilo de interacción.
En primer lugar, la persona tiene que ser consciente de que está actuando de forma agresiva, y aceptar que no es la mejor manera de expresarse. Es común sentir culpa; por eso, en estos momentos se recomienda reflexionar sobre el por qué de esta actuación y cómo mejorarlo.
Asimismo, es importante identificar qué tipo de pensamientos y emociones invaden en estas situaciones, e intentar cambiarlos. Por ejemplo, pensar que los demás valen menos, propicia la justificación del maltrato. En estos casos, lo idóneo es buscar ayuda profesional para descubrir herramientas que puedan cambiar los prejuicios.
También resulta útil arrepentirse y pedir disculpas al otro con el fin de frenar el deterioro progresivo de las relaciones interpersonales. Aquí debe haber un completo cambio de actitud, ya que de lo contrario no se conseguirá ningún efecto.
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