Por la Dra. Elisa Martin Cano
LA VOZ DE GOICOECHEA.- Las causas del hipo son múltiples y casi nunca deben ser motivo de preocupación. Solo se debe tener cuidado si la molestia se presenta de forma muy recurrente durante un lapso prolongado o si es imposible detenerlo por más de un mes.
Las causas del hipo pueden ser muchas y, en la mayoría de los casos, no hay motivos para preocuparse. Aún así, es toda una molestia. Se dice que el récord de hipo en la historia lo tiene un hombre llamado Charles Osborne, que padeció esta incomodidad durante 68 años.
Se ha registrado que los hombres tienen mayores probabilidades de padecer hipo que las mujeres. En muchas ocasiones, se percibe que el feto lo tiene, lo cual es normal. Los bebés recién nacidos también son propensos a presentarlo, entre otras razones, porque su aparato digestivo está madurando.
El hipo es una contracción involuntaria del diafragma y de los músculos intercostales. Sucede de manera espasmódica, involuntaria y repetitiva. Cuando se tiene hipo se experimenta una inspiración súbita del aire.
Las causas del hipo pueden ser muchas. Lo común en todos los casos es que el nervio frénico, encargado de controlar al diafragma, envía impulsos anómalos. El diafragma es un músculo muy importante para la respiración de los mamíferos.
El nervio frénico controla la actividad de contracción y relajación de este músculo, lo que hace posible la entrada y salida del aire de los pulmones. Cuando este nervio tiene impulsos fuera de la normalidad, el diafragma se contrae de forma repentina con una inspiración súbita y cierre de la glotis.
Hay muchas posibles causas del hipo. Algunas de ellas tienen que ver con actividades cotidianas, como las siguientes:
- Comer rápidamente.
- Ingerir bebidas con gas.
- Padecer una distensión gástrica provocada por aerofagia.
- Tomar bebidas alcohólicas.
- Estados de ansiedad, agitación o estrés emocional.
- Exponerse a cambios bruscos de temperatura.
Hay medicamentos que pueden provocar episodios de hipo. Así mismo, el origen de esta molestia puede estar en los trastornos del sistema nervioso central, tales como las meningitis, las encefalitis, la esclerosis múltiple y el accidente cerebro vascular.
El hipo, por lo general, se detiene a los pocos minutos de haber comenzado. Cuando las causas son las actividades cotidianas y desaparece en menos de 48 horas, se denomina agudo, transitorio o autolimitado. Esta modalidad es la que se manifiesta en la mayoría de los casos.
Se habla de hipo persistente cuando dura más de 48 horas, pero no más de un mes. Si dura más de cuatro semanas, se denomina refractario. En estos casos, lo más probable es que la molestia sea una expresión de ciertas enfermedades de base, lo que exige una consulta médica.
Algunas de las causas del hipo persistente o refractario son las siguientes:
Hernia de hiato.
Enfermedades del sistema nervioso central, como el párkinson.
Causales tóxicas o metabólicas, como la diabetes.
Infecciones del aparato respiratorio, como la gripe.
Dado que el hipo persistente puede interferir en el desarrollo normal de la vida cotidiana, se debe recurrir al médico en caso de padecerlo. Este tipo puede llevar a una persona a no alimentarse de forma adecuada porque impide comer con normalidad. También da lugar a trastornos del sueño, interferencia en el habla y otros males asociados.
Con independencia de cuáles sean las causas del hipo, tanto la medicina como el saber popular ofrecen muchas recetas para detenerlo. Una de las formas más conocidas es tomar unos sorbitos de agua, tapándose los oídos. Esta sencilla técnica ayuda a aumentar la presión interna del tórax y a relajar el nervio frénico.
Otro método similar es beber agua, pero del lado opuesto al correcto. Es decir que la persona debe inclinar un poco el torso para hacerlo sin derramar ni una gota. Esa posición ayuda a normalizar la respiración y a relajar el diafragma. También es eficaz contener la respiración por algunos segundos.
Hacer ejercicios de diafragma está aconsejado. Una opción es tumbarse en el suelo boca arriba y llevar las rodillas hasta el pecho, o hasta donde se pueda, y permanecer así unos minutos. O bien, sentado en el piso y con las piernas extendidas, estirar los brazos para tocar las puntas de los pies, para comprimir la zona del diafragma y detener el hipo.
Otros consejos muy difundidos son tomar un vaso de agua fría, de un solo trago; hacer algunas series de respiraciones con la boca y la nariz dentro de una bolsa de papel y hasta hacer gárgaras con agua helada. También hay quienes recomiendan comer una rodaja de limón o una cucharada de azúcar, pero no hay evidencia de que esto sea eficaz.
Sin importar las causas del hipo, préstale atención
Más allá de las causas de la molestia, es importante que le prestes atención si se prolonga en el tiempo. Quizás sea una señal de otro cuadro patológico de fondo.
De todos modos, si resulta pasajero, no te preocupes. Los motivos habituales son variados y en lo cotidiano abundan, así que no siempre hay gravedad. Puedes probar alguna de las técnicas tradicionales para detenerlo o, simplemente, esperar a que pase.
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