“La
necedad y el absurdo de la arrogancia nos confunden la orientación”
*Víctor
Corcoba Herrero
LA VOZ DE GOICOECHEA.- Pensando
que, en el año 2012, la Asamblea General de Naciones Unidas
proclamó el 1 de junio como el Día Mundial de los Padres, se me
ocurre reivindicar ese innato amor a los vínculos que, por siempre
permanecerá vivo; porque, como escribía el poeta, “toda casa es
un candelabro”, o si quieren, todo hogar es un sostén de vida,
puesto que no hay mayor fermento vivencial que las eternas almas
unidas en un solo cuerpo, quizás para sobrellevar mejor el bienestar
físico y la serenidad conjunta. Téngase en cuenta, que el don de sí
a los demás, forma parte de esa cuerda humana que requiere
entroncarse; de ahí la necesidad de cultivar con entereza los
desafíos hogareños, reconociendo en nuestra propia historia la
labor de nuestros progenitores. Sin ellos, para empezar, no
hubiésemos llegado a la vida. Por otra parte, resultan evidentes
las graves consecuencias de esta fragilidad en las relaciones, con
hijos desarraigados, ancianos abandonados, críos huérfanos de
padres vivos, adolescentes perdidos y sin reglas. Con estas rupturas,
naturalmente todos perdemos, hasta el punto que la violencia
intrafamiliar es plantel de rencor y odio en las conexiones humanas
básicas.
Por
desgracia, aún proseguimos desvirtuándolo todo, proyectando una
existencia caprichosa, presa de un falso bienestar, que deserta de
los compromisos, que asimismo dona sin donarse y convive sin
cohabitar. La necedad y el absurdo de la arrogancia nos confunden la
orientación. Por si esto fuese poco, las familias también se están
llevando la peor parte de la pandemia de COVID-19. De siempre los
padres han tenido la responsabilidad de proteger a su gente de
cualquier daño; tal vez, ahora, con el añadido de ayudar a su
prole, sobre todo aquellos que no asisten presencialmente a la
escuela y, encima, han de compatibilizarlo con sus responsabilidades
laborales. Sin duda, ante esta situación, es menester introducir
otras prácticas laborales más compatibles, como puede ser el
teletrabajo por ejemplo. En este sentido, nos alegra saber que
determinadas empresas y organizaciones están en ello, promoviendo la
seguridad y el bienestar de sus empleados; y, por ende, el de sus
familias, brindando un apoyo sistemático. También los Estados, con
sus gobiernos al frente, han de estimular la economía y el empleo,
extendiendo la protección social, buscando soluciones mediante el
auténtico diálogo. No olvidemos que la actividad laboral hace
posible, al mismo tiempo, tanto el avance de la sociedad como el
mantenimiento de la estirpe y, de igual forma, su permanencia y
fecundidad.
Reconozco,
por tanto, que me entusiasman esos linajes que son una piña, que
permanecen en el tiempo y que aseguran el respeto al otro. Pienso,
igualmente, que nunca es tarde para conciliar otras ideas, para que
los espacios de acompañamiento y reconciliación activen el valor
del deber permanente, pues en verdad es sorpresivo que las rupturas
se dan muchas veces entre adultos mayores que buscan una especie de
“falsa libertad”, rechazando algo tan natural como envejecer
juntos, cuidándose y sosteniéndose mutuamente. Desde luego, resulta
bochornosa esta inhumanidad que nos sostiene. También esa cultura
deshumanizadora que empuja a mucha gente a no poder formar un hogar.
Muchos de ellos, suelen estar privados de oportunidades de futuro. A
propósito, y ya en 1983, en base a las recomendaciones del Consejo
Económico y Social, la Comisión para el Desarrollo Social en su
resolución sobre el papel de la familia en el proceso de impulso y
mejora, solicitó al Secretario General que aumentara la conciencia
entre los tomadores de decisiones y el público en general de los
problemas y necesidades de la familia, así como de explicitar las
formas efectivas de satisfacer esas insuficiencias.
Al
momento presente, con la nueva enfermedad del coronavirus (COVID-19),
aparte de que trae consigo sentimientos como ansiedad, estrés e
incertidumbre, y los niños de todas las edades los sienten
especialmente, lo que ha de conllevar un mayor apoyo de sus
progenitores, urge además aplicar medidas de mantenimiento del
empleo, previniendo en todo caso la discriminación y la exclusión.
Por cierto, en el último análisis de la OIT sobre el impacto de la
pandemia en el mercado laboral, revela el efecto devastador y
desproporcionado que está teniendo en los trabajadores más jóvenes,
lo que dificulta injertar nuevos troncos familiares. Ante esta triste
realidad, los gobiernos de todo el mundo deberían tomar medidas
específicas para minimizar los efectos de la epidemia en los
ciudadanos más desfavorecidos, aumentando los fondos de ayuda y
también ese espíritu solidario con las migraciones. Incluso, los
padres, han de hacer examen de conciencia, ver y analizar que sus
descendientes tienen el derecho a recibir el amor de una madre y de
un padre, ambos necesarios e imprescindibles para su maduración
armónica e integral. Sin duda, el sentimiento de abandono y
desabrigo que viven muchos chavales es más profundo de lo que
creemos. Asumamos, que junto a ese sostén de vida que ha de ser todo
hogar, también debe ser la primera escuela de los valores humanos,
pues todos estamos llamados a conocernos y a reconocernos en este
armónico vínculo del que formamos parte, que al mismo tiempo ha de
saber acoger al otro, abriendo siempre los brazos, especialmente
hacia los más excluidos.
*Escritor
Correo:
corcoba@telefonica.net
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