Las medidas de confinamiento y distanciamiento social instauradas en la mitad de la población mundial para frenar el avance del coronavirus están pasando factura inevitable a las personas que dependen financieramente de un sector que radica en el contacto físico.
"Las mujeres y hombres que ejercen prostitución en España han tenido que parar toda actividad laboral, ya que el contacto físico entre las profesionales del sexo y sus clientes es básico y muy cercano", explica Borrell a Euronews y enumera a las víctimas de la crisis: "las mujeres que captan a sus clientes en la calle, las que trabajan en pisos, chalets, clubs, centros de masajes, las independientes..."
Pero no solo las prostitutas se han quedado sin ingresos. Todas las trabajadoras del sexo, no virtuales, no tienen trabajo: actores/actrices pornográficos, masajistas eróticos, strippers, modelos eróticos...
El distanciamiento social es la debacle del sector del sexo.
"No nos podemos permitir el lujo de enfermarnos"
Borrell dice que por las redes sociales corren noticias falsas de que muchas de sus compañeras siguen trabajando en carreteras, pisos o clubs, pero asegura que nada de esto es cierto, puesto que para ellas, su prioridad ahora es no contagiarse.
"Las personas que ejercemos trabajo sexual tenemos muy claro que no nos podemos permitir el lujo de enfermarnos", añade. "Necesitaremos estar sanas cuando termine el confinamiento para poder volver a ganar dinero".
La falta de ingresos desde el inicio del brote en España ha convertido su día a día en una batalla por sobrevivir. "La mayoría de nosotras somos cabeza de familia, con padres mayores e hijos a nuestro cargo y mujeres migrantes, sustento de sus familias en sus países de origen".
Teletrabajar es imposible para la gran mayoría. Algunas lo están intentando, pero no es fácil, indica Borrell. Los obstáculos que se plantean van desde que algunas no tienen una cuenta corriente para ingresar sus ganancias hasta que muchas conviven en espacios donde no hay Internet. Además, no es fácil conseguir atención repentina en un medio que, "por otra parte está explotadísimo e hipersaturado", explica.
A diferencia de España, la prostitución en Francia es una actividad legal, declarable y con derecho a la seguridad social, pero su explotación y cualquier tipo de actividad que la favorezca no lo es. Además, a partir de 2016, una reforma penaliza a sus clientes, con una multa de hasta 3.750 euros (en caso de reincidencia).
El problema es que, para mantener y proteger a su clientela, las prostitutas -consideradas por la ley como víctimas- se han visto obligadas a "esconderse aún más", exponiéndose "a mayores riesgos", denunciaba entonces el diario francés Le Figaro.
"Los actos delictivos y la violencia también han aumentado", denuncia Anaïs de Lenclos del sindicato del sexo francés (Strass). "Por lo tanto, cuando se introdujo el confinamiento, ya estábamos en una situación difícil".
Las asociaciones temen que "algunas de las trabajadoras sexuales más pobres se vean obligadas a violar las medidas de confinamiento, no porque quieran, sino porque no tienen medios de subsistencia"
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