LA VOZ DE GOICOECHEA.- Un grupo de 20 campesinos, incluida Francisca Ramírez, se arriesgó y alquiló tierras en Costa Rica para producir y montar sus propios campamentos. Hacer producir unas tierras que nadie había tocado en 40 años no fue fácil.
Hace poco menos de un año estas tierras solo producían maleza, de esa que crece como quiere, caprichosa, al sol y al viento.
Fue hasta mayo de 2019 que un grupo de campesinos nicaragüenses hicieron que de esa misma tierra emergiera yuca, plátanos, frijoles y maíz. Pareciera que uno esperaba, hace cuarenta años, la llegada del otro. En esa tierra Francisca Ramírez se mueve con soltura. A ratos pareciera que volvió a La Fonseca, Nueva Guinea, de donde es originaria, pareciera que los frijoles y el maíz del que habla se producen en sus tierras, esas que defendió y donde con vehemencia ante el proyecto canalero. Pero no es así, Ramírez, la líder campesina, es una de las 124 personas exiliadas que viven en tres campamentos en Costa Rica.
Se fueron huyendo de la dictadura orteguista por puntos ciegos en 2018 con la única convicción del regreso incierto. Como muchos de los más de 80 mil nicaragüenses exiliados en Costa Rica, los campesinos llegaron a la capital costarricense, San José, con lo que llevaban puesto. Varios de ellos durmieron en las calles, en los parques, en el de la Merced, de referencia obligatoria para la comunidad nicaragüense, padecieron hambre y frío. Los que sabían que doña “Chica” estaba en San José la buscaban, era una tabla de salvación en medio de un país desconocido. Ayudaba a la medida de sus posibilidades, pero no era suciente, las necesidades seguían creciendo. Un grupo de 20 campesinos, incluida Ramírez, se arriesgó y alquilaron tierras en el norte de Costa Rica para montar sus propios campamentos. Rentaron 117 hectáreas, de estas, en 67 se desarrolla el campamento más grande donde viven 73 personas y también trabajan la tierra. El inicio fue duro, hacer producir unas tierras que nadie había tocado durante 40 años se dice fácil, pero no se logra fácil. No tenían más que champas, improvisadas con troncos de madera y plástico negro, pero habían recuperado la sonrisa que perdieron encerrados en el concreto de la ciudad. La bandera de Nicaragua destaca en uno de los tres campamentos que crearon los campesinos exiliados en Costa Rica.
Las tierras las alquilaron a unos ticos, para eso se endeudaron y otra parte provino de donaciones. Son cinco parcelas en la que viven campesinos de Rivas, la Isla de Ometepe, El Tule, Río San Juan, Nueva Guinea, quienes agobiados por el encierro y la desesperación del exilio forzado se juntaron y arriesgaron para hacer lo que mejor saben: trabajar la tierra. Aunque tienen nueve meses en dichos campamentos, las condiciones no son las mejores porque todavía hay gente que sigue durmiendo en hamacas y otras en el suelo, solo cubiertos por cartones y plásticos. Su rutina volvió a parecerse a la que tenían en Nicaragua, se levantan temprano, entre 4:00 a 5:00 de la mañana, se alistan para trabajar, regresan al mediodía para almorzar, y retornan a la faena por la tarde. Algunos campesinos aprovechan las aguas de un río próximo al campamento y se dedican a pescar. Otros, incluidas las mujeres, labran la tierra, actualmente cuentan con 80 manzanas de frijoles sembradas y otras diez manzanas de plátano, muy pronto recogerán la cosecha. Y además, tienen otras 60 manzanas listas para la siembra de primera. En otra área de la extensa tierra cacarean las gallinas, algunos huevos de amor se los comen y otros, los utilizan para “echar” más gallinas. Ahora reventaron dos pollitos, cuenta alegre doña Francisca mediante una comunicación por medio de WhatsApp. También tienen diez cerdas paridoras, de estas se encarga un universitario.
Francisca Ramírez: "Ortega quiere exterminar a los campesinos". Él también es exiliado. Estudiaba cuarto año de Diseño Gráco en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli), cuando el estallido social de abril lo movió tanto que no dudó en atrincherarse en su universidad, y posterior, en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNANM). Para escapar de su país, tuvo que pagarle a un coyote, y salió por fincas con rumbo hacia Costa Rica el 10 de agosto de 2019. Antes había estado en la cárcel, pasó durante ocho días en El Chipote. Ahí fue víctima de torturas. Ahora se dedica a cuidar a los animales, a los cerdos, los baña, les da de comer y hasta les sirve de partero. Para un joven de 30 años, con cero experiencia en el campo, ha aprendido a hablar con los animales, a jugar con ellos, a vivir esta tremenda experiencia. Doña Francisca Ramírez conversa con La Alta Comisionada Adjunta de las Naciones Unidas para los Refugiados, Kelly Clements, en una visita que realizó a Costa Rica para dar seguimiento a las solicitudes de refugio en ese país.
Con este refugio los rostros de los campesinos exiliados en casas con alto grado de hacinamiento en la ciudad ha cambiado. Las sonrisas han vuelto a dibujarse en sus rostros. Ahora hay una gran esperanza, cuenta doña Francisca, pero “la gente lo que más desea es salir del dictador”, expresa. Los campesinos conservan toda su esencia, hasta esa forma de concebir las distancias lejanas que desde su perspectiva son unos pasos. Bajo esa lógica, los campamentos en Costa Rica se ubican de entre 20 a 30 kilómetros de distancia. No obstante, la lejanía no implica el desorden, al contrario, para garantizar una buena organización, los primeros 20 campesinos que junto a doña Francisca creyeron en este proyecto, del que ahora ven los primeros frutos, decidieron que las familias se organizarían por la zona de procedencia en Nicaragua, estos se encargarían de trabajar sus tierras bajo su propia metodología y designarían un coordinador, este sería parte de una directiva territorial, a través de la que se canalizan la solicitudes o se buscan soluciones a los problemas. En el lugar no puede haber violencia y debe prevalecer el respeto. Con el tiempo han recibido ayuda de Pan para la Mundo, que les proporcionó zinc para minorar las champas de plástico, y más recientemente, recibieron la visita de la Alta Comisionada Adjunta de las Naciones Unidas para los Refugiados, que les apoyó con semillas, cuenta Ramírez. Hasta ahora lo que producen les permite comer, pero esperan que un día tengan lo suficiente para ayudar a los cientos de exiliados nicaragüenses que necesitan asistencia. Esos son los planes, de crecer, cultivar más esa tierra, que sin abono les ha favorecido grandemente.
Los nicaragüenses perseguidos en Costa Rica
Entre champas y casitas improvisadas, los campesinos exiliados, intentan retomar su vida. Todos huyeron hacia Costa Rica por la represión del régimen orteguista.
La odisea de enfermarse
Pese a que los campesinos están mejores en estos campamentos, la atención médica sigue siendo uno de sus principales problemas. No hay un mecanismo de respuesta para atender a un enfermo y apenas tienen algunos medicamentos. En ocasiones se encomiendan a la voluntad de Dios. Pero los más vulnerables son los casi 30 niños que habitan en el lugar, en el caso de los mayores resisten un poco más. De hecho, Ramírez, cuenta que en esta semana se estaba viviendo una crisis respiratoria, y están buscando alternativas para atender a los enfermos. Este proyecto significa mucho para Ramírez, para todos los campesinos, que han padecido desde el 2014 la represión del régimen orteguista. Ahora tratan de retomar su vida en otro país, en nuevas tierras que el clima tropical les recuerda el bochorno de Nicaragua. Juntos sin olvidar que algún día volverán.
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