La colonia estaba compuesta por hormigas rojas de la madera sin reina ni larvas. Al no poder reproducirse, los insectos renovaban su población debido a que llegaban hormigas del exterior al resbalar por una tubería de ventilación que comunicaba el búnker con el exterior y de la que no podían salir luego.
Como ha demostrado un nuevo estudio publicado en The Journal of Hymenoptera, casi un millón de hormigas persistió durante años en un lugar cerrado alimentándose de sus semejantes muertos. En total, el equipo descubrió alrededor de dos millones de hormigas muertas y un millón de hormigas vivas.
Según los investigadores, las hormigas no suelen practicar el canibalismo, generalmente ocurre solo cuando las colonias de hormigas entran en guerra entre sí. Seguramente fue la única opción para su supervivencia, ya que en el búnker no se encontró ninguna otra fuente de alimentos.
Para poder liberar a las hormigas y observar cómo se comportarían puestas en libertad, Czechowski y su equipo instalaron un puente improvisado hacia el agujero de ventilación, a través del cual los insectos pudieron tener acceso a la superficie. Casi todas las hormigas liberadas regresaron al hormiguero sin mostrar ningún comportamiento agresivo hacia otros habitantes de la colonia.
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