Y es que Bolivia y Argentina comparten frontera y una larga historia de migraciones: hubo movimientos a principios de 1900 (viajaban al norte argentino para trabajar en plantaciones de tabaco), siguieron a mitad de siglo más relacionadas con las zafras azucareras (la familia del propio Morales vivió en esa época en Salta) y hubo otra ola en los '90, cuando muchos de los que llegaron de Bolivia se ubicaron en los alrededores de la capital y diversificaron actividades (construcción, comercio, agricultura, venta callejera, rubro textil).
Historias
Iber Mamani es boliviano. Llegó a la Argentina cuando tenía 5 años desde la zona del Orinoco. "Justamente en los tiempos neoliberales, mi papá vino acá a tratar de buscar un futuro", cuenta. Eran los '90, en Bolivia la inestabilidad era total y la economía se caía a pedazos.
Como Iber tiene 9 hermanos, primero viajó el padre con la mitad de los hijos y más tarde llegó el resto. En Argentina vendrían tiempos difíciles: la familia de Iber viviría de lleno la crisis de 2001. "Sé lo que es la pobreza, sé lo que es vivir de manera precaria, sé lo que es el racismo", reflexiona. Eso es lo que lo impulsó a militar. "La bronca la convertimos en lucha", remata. Ahora es parte del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE, parte de CTEP) y referente en La Matanza del Frente Patria Grande.
El asesinato provocó un antes y un después y puso sobre la mesa el ineludible hecho de que el racismo sigue vivo. "La comunidad boliviana tiene una organización muy importante y un empoderamiento que sucedió por el Gobierno de Evo: viviendo en el exterior también hemos abrazado las wiphala", analiza Iber, graficando el alcance de los efectos de que la República boliviana se haya convertido en un "Estado plurinacional".
La wiphala es la bandera colorida precolombina que representa a los pueblos originarios de la línea de cordillera de los Andes. En Bolivia, particularmente, el símbolo fue oficialmente incorporado a los del Estado en el momento en que reformaron la Constitución en 2009. Así, la bandera empezó a flamear en lugares en donde nunca antes había estado, junto con la boliviana.
Sabe, lo recuerda siempre, que "Bolivia fue construida bajo la sangre de los pueblos". "Han criticado nuestra cultura, nuestra forma de ver las cosas, nuestra forma de ver la política: es muy difícil que nos quedemos de brazos cruzados cuando queman la wiphala, quemaron nuestro emblema", dice.
"Creíamos que nunca más íbamos a volver a vivir esos actos fascistas, pensábamos que con el estado plurinacional las personas habían entendido que nos tenemos que respetar todos. Eso representa la wiphala: la igualdad y el respeto. Pero no: los hijos de Colón han vuelto".
Carla Barriga es parte del Bloque de Trabajadoras y Trabajadores Migrantes. Es originalmente de Sucre y llegó para reunirse con su familia en el 2001. "Los que hemos migrado hace dos o tres décadas hemos sido expulsados, una de las razones era la falta de oportunidades. Las mujeres en muchos casos también huían de la violencia", explica, ofreciendo parte de sus conocimientos por militar en la organización 'Ni una Migrante Menos'.
"Hay un cerco increíble mediático", opina. Por eso ellos organizan la comunicación de manera propia. Por un lado, con articulación directa con organizaciones. Por otro, hablando con sus familiares, que están en distintas partes de Bolivia. En tercer lugar, "viendo qué dicen los medios hegemónicos allá". Según ella, "tienen un discurso de legitimación hacia Añez".
Los mensajes producen efectos concretos. Lo ve en amigos y familiares que les cuentan sobre lo que opinan algunos vecinos, en una sociedad polarizada: "Hay quienes consideran que los muertos de Cochabamba se han disparado entre ellos, creen el discurso mediático de que la zona del Chapare 'está llena de narcos', cuando en realidad son personas humildes que se han movilizado", cuenta.
A sus compatriotas los ve pasarla mal. "La gente sufre mucho, no sabe cómo resolver, cómo estar presente y aportar a la solución", opina. Mientras tanto, intentan obtener información de primera mano: leen las declaraciones de la Central Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, la Central Obrera Boliviana, la Federación de Juntas Vecinales de la Ciudad del Alto y demás organizaciones sociales y sindicales. "Esto es un golpe de estado y una masacre", cataloga desde Villa Celina, en donde ese día participaban de un cabildo popular.
Él también logra saltar el cerco mediático hablando con conocidos en Bolivia. "Familias y amigos cuentan de la represión en pueblos rurales. Se están ensañando con lo que odian: los pueblos originarios", cuenta. "Estamos en estado de alerta, esperando que la resistencia que se está dando tenga sus frutos", denuncia. Él coincide con que al tocar la wiphala se tocó un símbolo muy importante y cree que "se ha despertado una memoria histórica". Pero también Ernesto resalta la situación regional en la que este golpe sucedió. "Se ve palpable la desintegración del UNASUR", opina.
Para él, Morales planteó un modelo exitoso y por eso "la derecha no lo perdona". La economía boliviana hace años que sorprende a todos con las cifras: se cuadriplicó el PBI, bajó la pobreza del 60% en 2005 al 34 en 2018 y la extrema disminuyó a 15,2. Lo mismo el desempleo, que en 2018 era la mitad que al principio del gobierno. Además, Ernesto menciona al litio como parte de la importancia estratégica de Bolivia. "Debemos hacer campo de batalla", concluye.
El día del golpe, Ana estaba sentada con la familia alrededor de la mesa. Ya corrían los rumores, podía suceder. Pero igual cuando apareció la noticia en la televisión no lo podían creer. "Empezamos a llorar", recuerda. Y agrega: "Pedimos que no haya más discriminación y que la gente indígena pueda circular por todos lados sin humillación".
Rubén vive en La Plata, es obrero y trabaja específicamente en temas de electricidad. Llegó a la Argentina en 1995. "Estaba todo mal en Bolivia, había gobiernos de derecha", cuenta. Ahora, en su país algo de ese caos volvió: "Hay un golpe de Estado, se están cometiendo abusos a las clases bajas, estamos muy dolidos", opina.
Vive en Argentina pero no se siente del todo acá: "Parte de mí está siempre en Bolivia", cuenta. Albino no reconoce a la presidenta de facto y resume: "Esa mujer no tiene corazón para los humanos: maltrata a los campesinos".
A su alrededor, hay una marcha enorme convocada por organismos de derechos humanos, organizaciones sociales, sindicales, de la colectividad de bolivianos en Argentina, y más.
"Cinco siglos resistiendo, cinco siglos de coraje, manteniendo siempre la esencia. Es tu esencia y es semilla. Está dentro nuestro por siempre. Se hace vida con el sol y en la pachamama florece".
*Periodista: Julia Muriel Dominzain
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