Envejecimiento de la población costarricense: un reto para el futuro

   Fabiola Quirós Segura (*) 

Las discusiones en torno al envejecimiento de la población, a nivel Latinoamericano, se vienen gestando con fuerza desde hace algunos años, ello debido a las transformaciones económico-sociales que traerá consigo la inversión de la pirámide poblacional. 
Según datos publicados en el informe Panorama de envejecimiento y dependencia en América Latina y el Caribe a inicios de 2018, por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), actualmente, un 11 % de la población de esta región supera los 60 años; mientras que las proyecciones indican que en el 2030 llegará a un 17 %, y en 2050, al 40 %. 
En el caso costarricense, el crecimiento de la población adulta mayor se debe, en gran medida, al aumento de la esperanza de vida al nacer y al descenso de la tasa de la natalidad, cuyas tasas, en el 2018, se ubican en 4,5 % y 14,5 % respectivamente. Se estima que, en el 2025, dichas tasas se ubicarán en un 5,0 % y un 12,7 %, según los datos de la Estrategia nacional para un envejecimiento saludable, documento publicado a inicios de 2018 por el Ministerio de Salud, en coordinación con la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). 
Lo anterior, supone un aumento en la población adulta mayor y una disminución en la población joven; en este sentido, los datos del documento en mención, sostienen que para el 2040 la cantidad de adultos mayores será igual a la de menores de 15 años y, se estima que en 2045 los adultos de más de 70 años se encontrarán en la franja más notoria de la pirámide poblacional costarricense, por lo que para el 2050 una cuarta parte de la población estará compuesta por adultos con más de 60 años. Aunado a lo anterior, se sostiene que el índice de envejecimiento (relación entre la cantidad de personas adultas mayores y la cantidad de niños y jóvenes) variará entre el 2000 y el 2025 en un 220,8 %. 
Según los resultados de la Encuesta Continua de empleo (ECE), para el tercer trimestre del 2018, Costa Rica cuenta con un total de 792 511 personas de 60 años o más, de las que sólo una pequeña parte (206 873, equivalente a un 26%), se encuentran insertas dentro de la fuerza de trabajo. La tasa promedio de desempleo abierto para dicho grupo poblacional es de un 4,8 %, (para los hombres dicha tasa es de un 4,6% y para las mujeres es de 4,9 %). 
A su vez, la tasa promedio de empleo formal es del 26 % (por sexo, esta es del 28 % para los hombres, y de 20% para las mujeres). Mientras que la tasa promedio de empleo informal para este mismo grupo, es del 74 % (una tasa muy alta; entre los hombres ronda el 72 %, y entre las mujeres el 80 %). Adicionalmente, es importante señalar que del total de ocupados informales de 60 años o más, el 61 % posee un empleo independiente, mientras que el 39 % trabaja de forma dependiente. 
Lo anterior indica que, si bien, la participación de las personas adultas mayores en el mercado laboral es baja, lo cierto es que los que se ven obligados a trabajar, lo hacen en su mayoría dentro de la informalidad y con empleo independiente. A su vez, las estadísticas indican que las mujeres son las que se encuentran en mayor vulnerabilidad, ya que la tasa de desempleo y de informalidad son más altas con respecto a las de los hombres. 
En resumen, resulta prioritario para el diseño de las políticas públicas del país, a mediano y largo plazo, considerar el envejecimiento de la población, debido a las implicaciones que esto tiene para los sistemas de seguridad social. Además, a nivel familiar el envejecimiento también implica cambios, ya que estas personas cada vez demandarán más tiempo de cuidado y gastos en manutención (muchas personas no han cotizado para la seguridad social), lo que obliga a las familias a estar preparadas y a tomar las medidas pertinentes.
(*) Observatorio Económico y Social, Escuela de Economía UNA.




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