Lic. Melvin Montero Murillo.
Decencia proviene del latín decentía; la definimos como el recato, la compostura y la honestidad de cada persona. Significa: “Dignidad en los actos y las palabras conforme al estado o calidad de las personas”; entonces se debe ser honesto, tanto en las palabras como en los actos. Podemos también definir la decencia como el valor que hace que una persona sea consciente de la propia dignidad humana.
Ser decente no es sencillamente ser educado, y tener buenos modales, es algo más profundo que la instrucción, y la comunicación cordial, por más importantes que estas también son para la convivencia. Ser decente es respetar al otro, ser sensible ante sus necesidades, no sentirse por encima de los demás; saber escuchar con atención es una expresión de la decencia; no querer imponer criterios también; no dar golpes bajos, no mentir, la decencia implica honestidad.
La decencia tiene un componente de natural predisposición personal al respeto y la consideración hacia los demás, pero ella resulta de la síntesis que reúne además la formación recibida en el seno familiar, y en el sistema de educación. Lamentablemente, la decencia es algo que se ve deteriorado hoy en las relaciones entre las personas; no hace falta poner ejemplos, cualquiera los tiene a mano de su propia cotidianidad.
En nuestro ámbito como funcionarios públicos tenemos que ser buenos ciudadanos, ser ejemplo para nuestra comunidad, tener bien puestos los pies sobre la tierra, no creernos más que los demás, tratar a las personas con igualdad, honestidad, sin arrogancia; debemos tener claro que nos debemos a los contribuyentes; evidentemente también el usuario está obligado a tratarnos con decencia.
La decencia es compatible con la exigencia del cumplimiento del deber, con la defensa de los derechos, constituye un importante componente de la comunicación que favorece el dialogo y el entendimiento.
En cuanto a la ética proviene de la palabra griega ethos, está relacionada con la naturaleza del juicio moral, que medita sobre lo que es correcto o incorrecto (lo bueno y lo malo) en nuestra sociedad y en nuestra conducta diaria. La ética es la obligación efectiva del ser humano que lo debe llevar a su mejora personal, el compromiso que se adquiere con uno mismo de ser siempre más persona.
El molde original de todo fundamento ético se forma en el seno del hogar, y encuentra su primer lugar de socialización en el ambiente de la escuela, donde se definen las bases iniciales de la consciencia ciudadana. La ética, debe ser: racional, normativa, y por supuesto práctica, es decir, debe manifestarse en normas claras de conducta.
El funcionario público realmente ético no irrespeta las normas o formas jurídicas definidas claramente; no transgrede el principio de legalidad, estipulado en el artículo 11 de nuestra Constitución Política que dice claramente, que el funcionario público no es dueño de la potestad, es un simple representante, un depositario y no puede arrogarse facultades que la ley no le concede.
Concluimos que la decencia y la ética, son valores o principios que no van separados, se complementan, deben ser parte del quehacer diario, en la toma de decisiones; en la medida que actuemos de forma consciente y responsable, nos enaltece, y nos hace personas de valor.
Vivimos en una sociedad donde algunos echan a un lado los valores y la integridad, por ello es vital que cada uno de nosotros, como personas debemos de saber los valores que hemos aprendido a lo largo de la vida, tenemos el deber de ponerlos en practica. Nuestro país conserva enormes reservas morales, afincadas en una autoestima que se acrecienta con los logros de la democracia y la asunción de un compromiso que se sobrepone a la adversidad.
Por encima de todo tiene que prevalecer el respeto insobornable a la ley, garantía consensuada de la estabilidad, del orden interno y de las normas de conducta que estamos obligados a cumplir; el ocultamiento de la verdad y la tergiversación no es sano, tomando en cuenta que la ciudadanía tiene el derecho a recibir cuentas claras.
Concluyo este enfoque con la siguiente anécdota, según los libros de la historia, alguien le preguntó un día al gran filósofo Aristóteles ¿Qué se gana con la mentira? “Que no te crean cuando dices la verdad” respondió el filósofo.
0 Comentarios
Queremos ver tus comentarios, estos nos enriquecen y ayudan a mejorar nuestras publicaciones :
_______________________________________________