La disputa ha dejado a los empleados del hotel sin saber de un día para otro de quién recibirán órdenes o si seguirán teniendo trabajo cuando todo se calme.
“Muchos de nosotros venimos a trabajar al hotel precisamente por la marca Trump, significaba calidad”, dijo un maletero que no quiso dar su nombre por temor a represalias. “Ahora no sabemos, nosotros solo queremos trabajar”.
Aníbal Herrera, uno de los abogados de Fintiklis, dijo que aunque 10 empleados de la administración Trump ya fueron despedidos _a pesar de que se niegan a irse de la propiedad o asistir a audiencias de trabajo_ ninguno de los 230 otros trabajadores tienen que temer.
Representantes de Trump Hotels cuestionan la validez de los despidos ocasionados por la disputa.
Herrera dijo que Fintiklis tiene el control de las finanzas del hotel y dejará de pagar por gastos hechos por el equipo administrativo de Trump.
Según un contrato firmado hace una década con el desarrollador original de la propiedad, se supone que Trump Hotels administraría el negocio al menos hasta el año 2031.
El negocio hotelero de Trump ha rechazado reconocer la terminación del contrato, y mencionó que Fintiklis se comprometió a no impugnar el contrato con la marca Trump cuando el inversionista compró 202 de las 309 habitaciones de la propiedad el año pasado.
Eso es precisamente lo que está haciendo ahora Fintiklis. Si el negocio Trump tiene obligación legal es solo asunto de discordia.
Trump Hotels mantiene que la empresa no cederá a “tácticas mafiosas” que buscan retirarlo de la propiedad hasta que las cortes o árbitros decidan sobre el tema contractual.
“Para ser claros, Trump Hotels confía bastante en se prevalecerá en estos procedimientos”, dijo la empresa en un comunicado esta semana.
Tan solo las habitaciones de Fintiklis enfrentan un déficit mensual de seis dígitos, de acuerdo con un correo electrónico que fue enviado a otros propietarios.
“Nuestra inversión no tiene futuro si el hotel es administrado por una operadora incompetente cuya marca se ha deteriorado tanto que ya no tiene arreglo”, escribió Fintiklis a los propietarios en enero.
Durante ese mes, cuando supuestamente es lo álgido de la temporada alta en Panamá, la ocupación fue de un 30% y los condóminos no tuvieron los suficientes ingresos para cubrir sus cuotas de mantenimiento, agregó.
La declaración financiera de Donad Trump en 2017 mostró que su compañía recibió poco más de 800.000 dólares de la propiedad durante los 15 meses anteriores, una cifra insignificante en comparación con la retribución de entre 32 a 55 millones de dólares que la compañía esperaba recibir, según un acuerdo que surgió tras la quiebra de la propiedad en 2013.
A diferencia de los hoteles de la marca Trump en Toronto y en Nueva York, cuyos propietarios y el equipo de Trump negociaron una partida silenciosa y una compensación para la Organización Trump, la disputa sobre el inmueble en Panamá parece que tendrá su final hasta que Fintiklis o el negocio de la familia Trump sufra una derrota pública.
Mientras tanto, el punto muerto en el que se encuentran es una fuente de angustia tanto para los propietarios de unidades hoteleras como para Panamá en general.
Algerd Monstavicius, un médico jubilado del estado de Nevada que es dueño de un pent-house, está a favor de un cambio en la administración y citó la problemática que enfrenta la marca Trump en Latinoamérica.
“Trump tiene su apellido en casi casa parte del hotel, desde en las puertas hasta en la pasta de dientes”, escribió Monstavicius a un periodista de The Associated Press. “Todo lo que dice y hace en cuanto a inmigración tendrá un impacto en mi ingreso de renta”, explicó.
Monstavicius dijo que su unidad habitacional se rentaba por 1.200 dólares la noche, pero indicó que recientemente la habían alquilado por tres días a 118 dólares la noche.
Las autoridades panameñas tratan de minimizar la disputa en el hotel. Los funcionarios del Ministerio del Trabajo se aseguraron de que los empleados no tuvieran sueldos pendientes y la policía del país centroamericano está preparada para acudir al inmueble en caso de alguna señal de problemas.
Por su parte, los funcionarios del sector turístico buscan restarle importancia a la mala publicidad.
“Este es un tema privado de la administración”, dijo Armando Rodríguez, presidente de la asociación hotelera de Panamá. “Esto no afecta el turismo panameño porque la industria turística es mucho más que esto”.
Robert Eisenmann, un importante empresario panameño, también restó importancia a la disputa. “Hay muchos hoteles de lujo donde puedes hospedarte sin necesidad de pasar por estos problemas”, destacó.
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