San Isidro de El General:
El bosque y los pastos cubren un 38% y un 40% del distrito.
Es la que más ha aumentado (su mancha urbana), un 66% en 12 años.
La actividad productiva ha generado un sistema centro-periferia con una alta concentración de servicios. Esto ha configurado una ciudad extendida, que se despliega a lo largo de los caminos principales con pequeños poblados.
En 2003 había cerca de 548 hectáreas de cobertura urbana. Este patrón se ha mantenido en el tiempo sin una lógica clara de ordenamiento territorial y en 2015 abarcó cerca de 912 hectáreas.
El centro de la ciudad cubre cerca de una tercera parte de la mancha urbana y tiene una alta importancia regional, ya que concentra alrededor del 50% de las patentes comerciales del cantón y más del 50% de la población empleada en actividades de servicios y comercios.
Hacia él deben desplazarse los habitantes para satisfacer sus necesidades esenciales.
Ciudad Quesada:
Es el distrito de la región Huetar Norte con mayor área urbanizada. En 2005 esta cubría cerca de 873 hectáreas, distribuidas en núcleos urbanos, con un gran desarrollo lineal sobre algunas calles importantes.
En 2016, la mancha urbana ascendía a 1.325 hectáreas, lo que representa un crecimiento de 51,8% en 11 años.
El sistema hidrográfico limita las posibilidades de construir una red vial más amplia, mejor integrada, que saque del casco central el transporte de carga pesada.
Además, en las cercanías de la ciudad el terreno es muy quebrado, lo que reduce la disponibilidad de espacios aptos para urbanización.
Hay problemas de estacionamiento en las calles principales, de servicios de alcantarillado sanitario y pluvial, entre otros. Existen pocas vías norte-sur y escasez de puentes en las rutas esteo-este.
Además, la estructura topográfica hacia el norte y el oeste dificulta, cuando menos, un crecimiento ordenado. La nueva carretera Florencia-San Ramón tendrá mucho impacto sobre esta zona y podría generar presiones inconvenientes para su desarrollo.
Guápiles:
El bosque representa más de la mitad de la superficie distrital (cerca del 55%).
La mancha urbana aumentó un 61% entre 2005 y 2015, al pasar de 817 a 1.320 hectáreas.
No se siguió un proceso planificado de ordenamiento territorial y la expansión se dio tanto en núcleos consolidados como sin consolidar; se desarrolló de forma lineal sobre algunas vías importantes.
Un hecho histórico que distingue a esta ciudad es que muchos de los asentamientos agrícolas creados por el Instituto de Tierras y Colonización en los años 60−a partir del fraccionamiento de antiguos latifundios bananeros− hoy son urbanizaciones y barrios particularmente desvinculados de los poblados más grandes.
En los últimos años, el crecimiento tiende a ser menos compacto y a separarse del foco urbano principal, para dirigirse hacia zonas con menor infraestructura de servicios.
Los poblados más importantes se ubicaron en forma paralela a las carreteras nacionales, que terminaron atravesándolos.
El patrón desordenado de esta ciudad ha resultado en una red vial discontinua, invasiones en las márgenes de los ríos, dispersión de los habitantes y usos incompatibles con la vocación de protección de algunas áreas.
El uso predominante del suelo urbano es el de vivienda, y en el centro hay una pequeña proporción de uso mixto.
Se registra un crecimiento continuo de asentamientos residenciales en las afueras, lo que genera necesidades de transporte público más extendido, infraestructura de agua potable, electricidad y telefonía, así como dependencia del transporte privado (si las urbanizaciones están muy alejadas).
A lo largo de la ruta 32 el porcentaje de viviendas es incluso mayor que el de comercios, aunque en las condiciones actuales el entorno no es idóneo para crear espacios residenciales.
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