Mordeduras de serpientes envenenan a 800 ticos y matan hasta tres cada año

LA VOZ DE GOICOECHEA.-   Confundida entre las hojas, una terciopelo se desplaza por la tierra.


A pocos metros, absorto en la chapia de una parcela, un peón agrícola mueve su machete a un lado y a otro, sin darse cuenta de la cercanía del peligro.

Es cuando sobreviene el zarpazo. La serpiente, sintiéndose amenazada en su territorio natural, lanza el ataque.


Accidentes ofídicos en el país

Los colmillos quedan marcados en la pantorrilla. El hombre se retuerce del dolor e intenta buscar ayuda mientras el veneno comienza a digerir cada porción de tejido blando.

La diferencia entre la vida y la muerte es cuestión de cuánto tiempo le tomará llegar al centro de salud más cercano y pedir el antiveneno (suero antiofídico).

Ataques similares a este se producen, en promedio, unas 800 veces cada año en el país.

Según datos del Ministerio de Salud, entre 2009 y 2016 se produjeron 6.533.

La mortalidad anual va de cero a tres casos, de acuerdo con el Instituto Clodomiro Picado (ICP), de la Universidad de Costa Rica (UCR), encargado de la producción de suero antiofídico.

Un estudio de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) y del ICP, dado a conocer en el 2015, encontró que del total de víctimas al año, un 95%, sobrevive al ataque; otro 4% queda con secuelas físicas o psicológicas permanentes y, anualmente, mueren entre una y dos personas.

A Luz María Méndez, de 65 años, la mordió una serpiente venenosa y por eso perdió el brazo izquierdo. El hecho ocurrió en su casa, en Caña Blanca de Osa, Puntarenas. Abajo, Santos Rodríguez, funcionario del Instituto Clodomiro Picado, muestra el tipo de calzado hasta la rodilla que se recomienda ante el riesgo de serpientes. 

A diferencia de otras naciones del mundo, ese peón agrícola costarricense tiene muchas probabilidades de salvar su vida.

Los servicios públicos de salud están en prácticamente todo el territorio nacional y en cada uno hay suficiente reserva de suero antiofídico para darle el tratamiento que necesitará: entre cinco y diez frascos de antiveneno por persona, dependiendo del nivel de afectación que tenga el organismo.

El ICP produce anualmente entre 100.000 y 120.000 frascos de antiveneno para surtir la demanda nacional, la centroamericana, la de Ecuador y varios países de África y Asia.

Solo la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) mantiene una reserva anual de unos 15.000 frascos para tratamientos.

En países como Nigeria la historia es otra. Ahí solo un 10% de las víctimas logra conseguir asistencia y tardan, en promedio, 20 horas para llegar al centro asistencial más cercano.

En esa y en otras naciones, se debe pagar por el tratamiento, que alcanza sumas astronómicas –de hasta $1.000 por frasco–, inalcanzables para los más pobres, que son siempre quienes sufren mayoritariamente este tipo de eventos.

Modelo de atención integral

El envenenamiento por mordeduras de serpientes tiene niveles epidémicos en varios países del mundo.

En India, por ejemplo, se registra un millón de los 2,5 millones de víctimas en todo el mundo, y a nivel global se calcula que cada año sobreviven 400.000 personas con algún tipo de secuela que lo discapacita temporal o permanentemente para sus actividades diarias.

En Costa Rica, se desconoce la magnitud de las secuelas entre los supervivientes. 

"No sabemos cuánta gente puede quedar con algún tipo de secuela. Un veneno como el de la terciopelo daña tejidos y riñones. Dependiendo de la cantidad de veneno y del tiempo en que se recibe atención, pueden tener desde amputación, o puede quedar con la extremidad disfuncional, menos masa muscular o contracturas que le afectan su capacidad de trabajo.

"Además de las secuelas físicas están las sicológicas. Hay estudios que indican que un porcentaje alto desarrolla depresión y síndrome de estrés postraumático. Una persona sale del hospital vivo y vuelve a su comunidad, pero lo que le ocurre en su vida en términos sociales, económicos y psicológicos es algo que se desconoce y requiere más atención", explicó el científico José María Gutiérrez, encargado de cooperación internacional del Clodomiro.

En los últimos 8 años, un promedio de 816 personas al año sufren envenenamiento por mordeduras de serpiente en el país. Este problema de salud pública fue incluido en la lista de enfermedades desatendidas de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

De acuerdo con registros de la Dirección de Vigilancia de la Salud, en el Ministerio de Salud, las tasas de afectación por cada 100.000 habitantes descendieron entre 2009 y 2016.

Sin embargo, en provincias como Puntarenas y Limón, especialmente en las áreas tropicales húmedas, esos indicadores se mantienen elevados.

La inclusión del envenenamiento por mordeduras de serpientes en la lista de la OMS de enfermedades desatendidas, permitirá reforzar la investigación y producción de suero antiofídico.
Puntarenas, la provincia con más casos, pasó de tener una tasa de 78 envenenamientos por cada 100.000 habitantes en el 2009, a 36 el año pasado.

Limón, que ocupaba el segundo lugar en incidencia hace ocho años con una tasa de 57, el año pasado subió al primero con una tasa de 45 por cada 100.000 habitantes.

Las personas más afectadas aquí son, en su mayoría, hombres (un 70% de los casos), y personas jóvenes.

Un 25% de las víctimas de estas mordeduras son menores de 15 años; un 30% tiene entre 15 y 30 años; un 20% entre 30 y 45, y el resto supera esta edad, informó Alberto Alape Girón, director del ICP.
El veneno de la serpiente le sirve a este animal para digerir las presas.

Al inyectar el veneno en el tejido, se produce el mismo efecto: destruye músculo, piel, vasos sanguíneos, y produce gran inflamación ydolor.

Esos defectos avanzan conforme pasa el tiempo y destruyen el tejido blando. El veneno se distribuyen a nivel sistémico y produce sangrado hasta ocasionar, en los casos más graves, shock cardiovascular.

De acuerdo con los registros del ICP, un 50% de mordeduras se producen en los pies; 30% en manos; 10% en el resto de la extremidad inferior, y las demás mordeduras en otras zonas del cuerpo, como cuello, cabeza y tronco.

En Costa Rica, la terciopelo (Bothrops asper) es la serpiente que más envenenamientos produce en el país. Sus territorios se encuentran distribuidos en la zona tropical húmeda (caribe, Pacífico central y sur y zona norte).

"El papel de Costa Rica en esto ha sido muy importante. El problema de las mordeduras de serpiente es milenario, pero claramente ha sido desatendido porque afecta a poblaciones muy empobrecidas, dispersas y en zonas rurales. Son poblaciones que no tienen voz.

"Es un problema desatendido por las autoridades de salud, por las agendas de investigación y por la industria farmacéuticas, al no ser una enfermedad infecciosa. Esto ha hecho que la enfermedad haya languidecido en un escenario de desatención", agregó Gutiérrez.

Durante ese proceso, Costa Rica asumió un papel de líder pues a nivel mundial es considerado un modelo en el abordaje del envenenamiento por mordeduras de serpientes.
Solo la CCSS, mantiene una reserva anual de unos 15.000 frascos de suero antiofídico. Cada caso puede ameritar el uso de cinco a diez frascos para el tratamiento.

El país ha desarrollado una plataforma fuerte de investigación científica y tecnológica, y la producción de un medicamento eficaz y seguro que, amparado a un sistema de salud universal con personal capacitado, permite atender cada caso y prevenir y reducir la mortalidad.

Costa Rica lideró un evento paralelo a la Asamblea de la OMS en el 2016 donde se discutió el tema, y elaboró un documento técnico que sirvió de base para que el Scientific and Technology Advisory Group, de la OMS, incluyera este problema en la lista de enfermedades desatendidas, colocándola además en la categoría 'A', las de mayor importancia.

"Una persona sale del hospital vivo y vuelve a su comunidad, pero lo que le ocurre en su vida en términos sociales, económicos y psicológicos es algo que se desconoce y requiere más atención". José María Gutiérrez, ICP.

Esto permitirá contar con el soporte de la OMS de patrocinadores de todo el mundo para poner en marcha programas y proyectos para prevenir las mordeduras en las comunidades, capacitar personal, mejorar las capacidades técnicas de centros productores de Antiveneno, como el ICP, y montar programas de seguimiento a quienes sufren secuelas de las mordeduras.

Uno de los primeros pasos es lograr que el laboratorio del ICP sea precalificado por el departamento de derivados de sangre de la OMS, que se encarga de asegurar la calidad de los sueros antiofídicos.

El ICP, además, tiene proyectado aumentar la provisión de antivenenos a África.

"En el contexto de una situación internacional caracterizada por el desabastecimiento de antivenenos y por el incremento en los precios de estos medicamentos, esta proyección del ICP representa una significativa contribución a nivel global, en el enfrentamiento de esta enfermedad desatendida y a una disminución en el sufrimiento humano causado por esta patología", manifestó el director de ese instituto, Alberto Alape.



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